viernes, 28 de septiembre de 2007

mural




Memoria de la piedra

En las profundidades de una cueva del río Pinturas, un cazador estampó en la piedra su mano roja de sangre. Él dejó su mano allí, en alguna tregua entre la urgencia de matar y el pánico de morir. Y algún tiempo después, otro cazador imprimió, junto a esa mano, su propia mano negra de tizne. Y luego otros cazadores fueron dejando en la piedra las huellas de sus manos empapadas en colores que venían de la sangre, el carbón, la tierra o las plantas.
Trece mil años después, cerquita del río Pinturas, en la ciudad de Perito Moreno, alguien escribe en una pared: Yo estuve aquí.

(Galeano, Eduardo: Bocas del tiempo. Buenos Aires: Catálogos, 2004.)


Ser y estar, los primeros verbos que uno aprende, de ser se tiene conciencia sin darse cuenta un día cualquiera y uno se apega a ser hasta que la muerte no nos deja ser más, por lo menos sobre esta tierra.
Permanecer, perpetuarse, ser más allá de la existencia física es el desafío de siempre para todos, como perdurar, ser y estar en aquello que amamos para siempre, siempre decir.
El arte canaliza muchas veces esa inquietud latente en todos, dichosos los que dicen y gritan su identidad, a ellos celebro la valentía de ser desde sus trazos, desde sus colores y formas para todos los que pasan y ven, la valentía de vencer la timidez y estamparse en una pared cualquiera.

Natalina

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